domingo, 8 de marzo de 2020

MACHISMO EN LAS MUJERES

La reforma mental del machismo

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Después de que la Audiencia Provincial de Navarra decretara la suspensión de la prisión provisional y la posterior puesta en libertad bajo fianza de los cinco hombres condenados por agresión sexual en manada sobre una mujer, la Ministra de Justicia Dolores Delgado mostrando su respeto a la decisión judicial dejaba entrever indignación sugiriendo que, para evitar horizontes penales tan desconcertantes (este adjetivo no es suyo, pero es aplicable por el contexto), lo necesario era promover “reformas mentales” en la judicatura.
De seguido Dolores Delgado vistió algo más la afirmación enmarcando esas reformas mentales en programas de capacitación especializada con perspectiva de género para jueces y fiscales, hombres y mujeres. Queda entendido que implícitamente no se estaba refiriendo a formación especializada en violencia de género para estos operadores jurídicos, sino en formación judicial general con perspectiva de género transversal que se vierta sobre todos las disciplinas jurídicas. Esta transversalidad sería muy coherente con la proposición de reformas mentales.
En realidad la Ministra matizó algo sus palabras iniciales de la reforma mental, reencauzándolas hacia la formación en género, probablemente por su deber de ser conceptualmente prudente por razón de su cargo. Sin embargo, la espontaneidad con la que se expresó revela, al menos hace intuir, que estaba pensando en que la única manera de llegar a una justicia más democrática y equilibrada en términos de género es cambiar la mente de jueces y fiscales en la percepción de la realidad social, de la realidad jurídica, a través de una óptica de género. Este re-enfoque no es más que la expresión sectorial –en este caso en la judicatura- de una reforma mental general que requeriría la sociedad al completo, en todos sus estratos, para revertir y desarraigar el machismo como ideología y modus vivendi.
la espontaneidad con la que se expresó revela, al menos hace intuir, que estaba pensando en que la única manera de llegar a una justicia más democrática y equilibrada en términos de género es cambiar la mente de jueces y fiscales en la percepción de la realidad social, de la realidad jurídica,
En su interior la Ministra de Justicia sabe, como saben la mayoría de las mujeres con óptica de género, que la interpretación de la ley, al igual que la interpretación de cualquier código social, es dependiente del sistema de codificación empleado para representar mentalmente los componentes de esa ley. Si quien tiene que interpretar una violación parte del presupuesto mental, anclado en códigos heteropatriarcales, de que es de algún modo posible que una mujer no se sienta intimidada por una manada de hombres, conocidos o desconocidos, que la abordan con intenciones depredadoras en un portal público, la valoración consecuente de la ley será que no hay intimidación y, por tanto, no aplica condenar por violación. En cambio, si esa misma mente interpretadora de la ley ya hubiera interiorizado y entendido que en una sociedad con genética heteropatriarcal una manada de hombres con claras intenciones depredadoras es de por sí una amenaza machista, que va a producir miedo e intimidación en cualquier persona discriminada por esa genética heteropatriarcal –en este caso una mujer; si esa misma mente hubiera entendido ese principio básico la condena por violación, con la misma ley en la mano, se habría producido.
Una de las claves hacia la reforma mental que sugería la Ministra Delgado pasa por asumir que el machismo siempre es maltrato, y que todo lo que se derive del machismo se desplegará en un continuo espectro de agresión machista. El machismo es maltrato y todos los machistas maltratan (maltratamos) en grado mayor o menor. Lo que hay en el machismo son, precisamente, niveles o gradaciones de abuso, de opresión y por tanto de maltrato.
Principalmente por el trabajo que organizaciones feministas han hecho en España, además de la Ley Integral sobre Violencia de Género, ya ha aumentado considerablemente la consciencia respecto de algo que es inherente a la violencia machista: sabemos que las agresiones no son sólo físicas, no sólo implican golpes y toda la variedad de fuerza muscular abusiva de un hombre sobre una mujer, sino que la agresión que además produce una mayor intensidad de victimización y deterioro de la salud de la mujer a largo plazo en una relación de abuso se expresa a través de una multitud, a veces muy sofisticada y sutil, de prácticas de violencia psicológica, verbal, emocional.
Ese espacio normativo de abuso, que está regido por una ideología supremacista masculina, que es personal y político, y que se traduce a través de comportamientos de dominación conscientes e inconscientes en código machista, constituye una condición de maltrato sistémico,

EL MACHISMO EN LA SOCIEDAD

Las víctimas por violencia de género con órdenes de protección o medidas cautelares han aumentado sin pausa desde 2014. Aquel año hubo 27.087, subieron hasta las 29.008 en 2017 y el pasado año se contabilizaron 31.286, un 7,9% más que el año anterior. Los datos, publicados este martes por el Instituto Nacional de Estadística, apuntan además a una situación “preocupante” para las expertas que tiene como protagonistas a hombres y mujeres jóvenes.






Víctimas de violencia de género por edad. Tasas por cada 1.000 mujeres a partir de 14 años.
Víctimas de violencia de género por edad. Tasas por cada 1.000 mujeres a partir de 14 años. INE


Casi la mitad de las víctimas (un 47,3%) tenía entre 25 y 39 años —aunque donde más aumentó fue entre las de 60 a 64 años (un 15,1% más) y entre las de 18 y 19 (10,9%)—. De los 31.250 hombres denunciados el pasado año por violencia machista (un 7,8% más que el año anterior), cerca de la mitad tenía de 30 a 44 años. Pero las denuncias que más se elevaron corresponden al tramo de 18 a 19 años: un 14,1% más, de 518 en 2017 a 591 en 2019. Le siguen los de 25 a 29 años (con un incremento del 11,9%), y en tercer lugar los de 20 a 24 años (9,4%).




¿Crecen las agresiones o las denuncias? Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno para la violencia de género, recuerda que “estos son los casos más graves, víctimas hay muchas más”. El año pasado, según el Gobierno, las denuncias alcanzaron su máximo histórico: 166.961, y las organizaciones internacionales estiman que solo denuncian el 30% de las víctimas. El experto señala además, que también suben “los casos graves, los que requieren medidas cautelares, y dentro de la gravedad, además, el 69,5% de estos delitos corresponden a lesiones y torturas”.
Esto, dice, puede venir provocado por una “reacción del machismo ante el crecimiento del feminismo”. Pero es verdad que estos delitos “se denuncian y se visibilizan más. Cada vez la violencia machista atrapa menos y durante menos tiempo, las mujeres sienten que hay mejores condiciones para salir de ahí”. Algo que refrenda Pilar Martín-Nájera, la fiscal responsable de violencia de género: “Aumentan las medidas [cautelares, como las órdenes de alejamiento, por ejemplo, que subieron un 9,1%, en 2018 se dictaron 98.044], también las sentencias condenatorias y bajan las absolutorias. Esto se traduce en un apoyo a las víctimas por parte de la justicia, que está cambiando, cada vez con más perspectiva de género”.
Las mejoras judiciales, el empoderamiento femenino de las más jóvenes, el retraso en este camino de los chicos, la falta de una educación afectivosexual y las redes sociales son algunos de los elementos de una mezcla compleja a la que apunta tanto Miguel Lorente como Mar Venegas, profesora de Sociología en la Universidad de Granada y autora de un análisis sociológico de la política afectivosexual en la adolescencia, que añade que “también cala el discurso falso de la extrema derecha en relación a la inexistencia de la violencia de género”, que se propaga en redes sociales, donde los usuarios más asiduos son los jóvenes.

La clave: educación

Venegas señala que hay mucha disparidad por comunidades: “Andalucía tiene un plan aprobado desde 2005 en este ámbito, País Vasco y Cataluña han trabajado mucho en la coeducación, Castilla-La Mancha tiene una cátedra de género y se investiga en este sentido y en Valencia hay un reciente interés, pero nada generalizado”. La cuestión para la investigadora ha de estar centralizada: “El tema es si se quiere apostar por esto desde la política”.